¿Estamos más estresados que nunca? Pautas para remediarlo

¿Estamos más estresados que nunca? Pautas para remediarlo

¿Estamos más estresados que nunca? Pautas para remediarlo

¿Crees que tu nivel de estrés bate récords últimamente? No eres la única persona con esta sensación: hay pruebas de que se trata de una tendencia general. Un estudio publicado recientemente en la revista American Psychologist revela un aumento significativo del estrés percibido por la población entre las décadas de 1990 y 2010. Lo más sorprendente del análisis es que el mayor incremento no se ha producido entre los jóvenes, sino entre las personas de mediana edad (de 45 a 60 años).

Qué estamos haciendo mal

El estrés forma parte de la vida actual, “a veces tanto que ya no distinguimos exactamente lo que nos estresa o estamos en un estado permanente de estrés y ni siquiera somos conscientes de ello; es más, lo vemos como un estado normal”. Según la experiencia de Regueiro, hay personas que incluso “temen desestresarse porque eso indicaría una pérdida de actividad o un descenso del rendimiento personal o laboral y creen que no se puede ‘bajar la guardia’ porque si pasase algo les pillaría desprevenidos”.

Otro error frecuente es no hacer caso cuando el cuerpo avisa de que el nivel de estrés empieza a ser insoportable y empezamos a tener problemas para dormir o síntomas digestivos, entre otros. “Está claro que el estrés nos puede hacer enfermar porque influye en muchos sistemas y aparatos de nuestro organismo: hormonal, cardiovascular, muscular, digestivo, etc.)”, recuerda la psicóloga.

Diferenciar estrés y ansiedad

Para empezar a atajar el estrés, lo primero que hay que hacer es aprender a reconocerlo y saber diferenciarlo de otros problemas, como la ansiedad. “Se habla mucho del estrés, la gente suele decir ¡estoy muy estresado!, pero muchas veces se confunde el estrés con la ansiedad, o se habla de ‘estar estresado’ sin saber muy bien a lo que nos referimos o cuando tenemos muchas cosas que hacer”, expone Regueiro.

El estrés es una respuesta o reacción del organismo ante un factor o suma de factores que percibimos como amenazantes o ante los que tenemos que responder. Por lo tanto, se producen una serie de demandas por parte de nuestro entorno que percibimos como excesivas y pensamos que nuestros recursos no son suficientes para afrontarlas.

En cambio, en la ansiedad, esa respuesta del organismo continúa presente cuando ya ha desaparecido el estímulo del entorno.

“Se suelen confundir ambos términos, o se utilizan como sinónimos, básicamente porque las respuestas físicas, emocionales y conductuales suelen ser parecidas”, indica la psicóloga. “Sin embargo, el estrés se refiere a un proceso de adaptación al medio, mientras que la ansiedad es una reacción emocional de alerta general, porque pensamos que estamos en peligro, que algo nos amenaza”.

Medidas para reducir el estrés

Si no se reconocen los signos de alerta del estrés, difícilmente se podrá combatir. Existen diversos síntomas que indican la presencia del problema a corto y medio plazo:

Síntomas cognitivos: pérdida de memoria, preocupación constante, negativismo, incapacidad para concentrarse…

Síntomas físicos: dolor de cabeza, dolor muscular, mareos…

Síntomas conductuales: comer más o menos, fumar o beber en exceso, problemas de sueño, dificultades para relacionarse con los demás.

Síntomas emocionales: cambios de humor, irritabilidad, ansiedad, depresión.

Desde el punto de vista cognitivo, es preciso ser consciente de que nuestros pensamientos son muchas veces irracionales y “fruto más de nuestras emociones que de lo que realmente está pasando”. De ahí que sea necesario caer en la cuenta de que “nuestra forma de interpretar la situación no es correcta, por lo que es conveniente pasar a cuestionarse uno mismo”. Para este aspecto también existen técnicas específicas que ayudan a identificar y corregir esas distorsiones cognitivas.

En el plano conductual, lo que hay que hacer es “cambiar de vida y de hábitos, establecer prioridades, respetar el descanso y las comidas y no descuidar a la familia ni a los amigos”, resume Regueiro, quien apunta una última y no menos importante recomendación: “Si es necesario y ves que solo no puedes, es fundamental que acudas a un profesional”.